viernes, 6 de julio de 2012

TODOS CONTRA LA AZCÁRATE

Estos últimos días causó gran revuelo la columna escrita por Alejandra Azcárate titulada “Las 7 ventajas de la gordura”, la cual ha sido boicoteada en las redes sociales y duramente criticada. Simplemente ofensiva y desubicada, como se dice vulgarmente, mió fuera del tiesto. Se nota que nunca en su vida sufrió de sobrepeso o ha tenido amigas cercanas o gente querida que haya padecido de este mal, de esta enfermedad, sino se expresaría de otra forma o trataría el tema con más delicadeza.

Aunque si practicamos la libertad de expresión ella puede burlarse de los gordos o de quien le de la gana en su espacio. Desafortunadamente, escogió un tema sensible para la mayoría, creyó escribir algo light y gracioso pero no fue así. La gente está furiosa. Pero el problema para mi es más del medio que lo publicó. Leí columnas como la de María Camila Vera: “Soy un sofá muy rico”, la de Andrés Mora: “Cuando una ofensa se vuelve de peso”, la de Virginia Mayer: “Otra gorda indignada” o la de Soltérica Ibérica: “Mi respuesta a la columna de Alejandra Azcárate”, todas grandes refutaciones que expresan el sentir personal, la incomidad ante el tema tratado y el trato del tema, lo mismo que hizo la protagonista del escándalo, quien tal vez sea cacomorfóbica y el problema sea suyo.

Les hablo en primera persona porque lo he vivido, mejor dicho, lo estoy viviendo. Nací flaca y casi toda mi infancia gocé de un peso normal. Cuando tenía como 11 años me dio glomerulonefritis. Un día amanecí inflada, literalmente hablando, parecía con la mirada china que estaba de moda en aquella época. Fui al médico y me diagnosticó esa enfermedad de los riñones. Retenía líquidos y parecía un globo, fatal. Y así viví aproximadamente 5 años, obesa. Fui a un sicólogo (pues para completar me arrancaba el pelo y tenía una calva tenaz) y no me ayudó en lo más mínimo, solo me recordaba lo gorda que era. A los 16 años todo volvió a su curso normal, me adelgacé naturalmente.

No fue fácil pero salí adelante. Creo que gracias a ese problema desarrollé una personalidad fuerte y un gran sentido del humor, aprendí a reírme de mi misma y a que no me importara lo que pensara o dijera la gente. Fui feliz, tuve novios, me vestía bien (en esa época era más fácil conseguir ropa grande de marca o a la moda, amaba los pantalones y jeans Z. Cavaricci que hormaban de maravilla), hice a mis mejores amigas y ya entrada en gastos, comí a diestra y siniestra. Me estresaba y me molestaba estar gorda pero no hacía mayor cosa para evitarlo. La enfermedad desató mi voraz apetito.

Los años siguientes fueron normales, me subía un par de kilos pero los bajaba sin esfuerzo. Después de casarme, en el 2008, me volví a engordar. Solo en ese año aumenté como 8 kilos. Ojalá pudiera echarle la culpa a mi hipotiroidismo pero no, me engordé por gula, porque me fascina comer y puras porquerías como les he contado, y tomar. Me embaracé con 12 kilos de más y subí otros 28 mientras acunaba a Martina en la panza. Así que terminé con un exceso de 40 kilos, exagerado ¿ah?, yo sé… En este momento tengo que bajar unos 15 kilos para quedar bien, no raquítica ni pegada del hueso que creo que nunca estaré, pero para sentirme bien conmigo misma.

Conclusión estoy gorda o mejor dicho, soy gorda. Y no, no tiene ninguna ventaja estar así. Difiero de la Azcárate pues no he podido encontrarle el lado amable y uno no puede hablar sin conocimiento de causa. Yo lo he vivido en dos etapas completamente diferentes de mi vida y puedo contestar sus afirmaciones, sin ahondar porque no vale la pena y tampoco lo va a leer, que:

1. Se piensa mucho a la hora de comer. Yo sé que la pizza, las papas fritas o cualquier plato en exceso me va a seguir acumulando grasa, pero el deseo y la ansiedad son más grandes. Después llega la culpa.
2. Es difícil encontrar ropa, sobre todo en Latinoamérica pues cada vez las tallas vienen más pequeñas o simplemente no existen. Si uno es talla 10 – 12 en USA acá no se entra ni en la 18. Es muy triste que las marcas no piensen en la otra parte del mercado que dejan por fuera.
3. El hombre que es caballero lo es con una mujer gorda, flaca, fea, bonita, joven o vieja. Y hay algunos a los que les gustan las mujeres rellenitas y les dicen piropos igual de obscenos que a las buenonas.
4. Mis amigas han sido siempre las mismas. El respeto se tiene por la amistad misma no porque lo vean a uno como una amenaza.
5. El sexo estando gordo no desinhibe, cohíbe. Si uno no se siente cómodo con uno mismo no es fácil empelotarse delante de otra persona.
6. Ojalá pudiera pavonearme en chingue como si nada. ¡Gracias a Dios existen los pareos! Y me demoro comprando ropa precisamente porque no me siento para salir en ombliguera y hot pants, busco cosas sueltas, largas, que ayuden a mi aspecto físico y no que me ridiculicen.
7. Los tratamientos los he probado casi todos… Vacunterapia, Endermologie, vendas frías… Uno siempre quiere estar mejor, sentirse bien. Creo que uno gordo nunca está conforme por más que parezca estarlo.

Así que no hay ventajas de ninguna índole. Acá en Argentina hay un reality que se llama "Cuestión de peso" para personas con problemas serios de obesidad y es muy triste ver cómo sufren, lo aislados que viven en la sociedad, los maltratos de los que son víctimas a diario, los conflictos familiares y personales por los que atraviesan… Algunos nunca han podido ir a cine porque no caben en los asientos… Y aunque la mayoría son obesos desde una temprana edad, sueñan con alcanzar un mejor nivel de vida, sueñan con enamorarse y tener hijos, sueñan con poderse vestir con lo que quieren y no con lo que les toca, ojalá pudiera verlo. Porque la obesidad es una enfermedad, no está bueno burlarse de ella.