lunes, 4 de abril de 2016

TRANQUILOS, ELLA VA A ESTAR BIEN


Me preocupa la preocupación de la gente (valga la redundancia) porque Martina es hija única. Como si solo los niños con hermanos pudieran ser felices, cien por ciento dichosos y plenos. Pero los únicos no, pobres… Como si los hijos únicos estuvieran destinados al aburrimiento, la soledad, la tristeza y la amargura. Pues no, me niego a pensar así. Me niego a creer que Martina necesita un hermano/a para tener una “mejor vida” y nosotros otro hijo para ser una familia completa. ¿En qué siglo vivimos? Una pareja sin hijos o del mismo sexo también es una familia, cada cual arma la suya como le plazca.

Ese vicio imparable de la sociedad en poner rótulos, en ubicar a las personas en algún grupo, esa necesidad de imponer cánones, patrones, leyes a copiar, modelos de vida a seguir; como si la felicidad de todos dependiera de lo mismo, como si la felicidad personal tuviera las mismas bases… Si estamos solos que por qué y especulan los motivos de la soledad. Se consigue novio y ¿para cuándo el matrimonio? Llega el día de dar el sí y empiezan a pedir un hijo, un retoño – casi obligatorio - para completar la familia. Se tiene el hijo y fuáquete, sin anestesia, ¿para cuándo la parejita? Y así sucesivamente, dentro de poco exigen el divorcio después del tercer hijo o de los 20 años de casados, y si ya procreó un número bonito, listo, muérase. Como si la vida solo se tratara de procrear y multiplicarse…

Odio cuando por inercia y costumbre caigo en esas preguntas pendejas, repito los patrones que tanto critico, me oigo, caigo en cuenta y solo pienso: trágame tierra, que boba que puedo llegar a ser. Es como que ya está establecido en el chip interno, como una forma de hacer conversación, ¡la peor! Pero últimamente me siento regañada por no querer más hijos, por sentirme completa con la única que tengo… Todo el mundo me cuestiona, me critica, que cómo le hago eso a Martina, que cómo la voy a dejar sola, que qué pasará el día de mañana… Lo único que pasará es que ella escogerá sus propios hermanos con los amigos que le da la vida, ella elegirá con quién compartir sus días, sus alegrías y sus tristezas. Y si el de arriba me lo permite, seguirá teniendo una mamá presente e intensa, que goza viéndola crecer, crear y soñar...

He sido madre 24/7 durante 5 años, 3 meses y 15 días. Y lo de 24/7 es en serio. No trabajo (formalmente hablando pues el trabajo de la casa, como siempre se ha dicho, es el más duro, menos reconocido y mal pago) así que nunca tuve niñera, no tengo empleada (solo viene una chica a ayudarme con el aseo de la casa una vez por semana), mi familia está lejos y la de mi marido a una distancia importante que no me permite dejársela mientras hago alguna vueltica. Somos ella y yo, solas todo el día y juntas para todo lado, un pegote. Yo la baño, le hago el desayuno, el almuerzo, la llevo al colegio, la recojo, la traslado a las clases extracurriculares, la espero, jugamos, vemos películas, salimos a patinar, nos maquillamos, nos hacemos las uñas, ordenamos, le lavo los dientes, y tenemos tardes y noches de chicas (si, le fascinan, como si no fuera nuestro diario vivir...). Ojo, el padre colabora pero siempre lo buscan a uno y yo soy la que está con ella toooodo el día.

Aunque siempre creí que tendría 2 o 3 hijos, la vida y sus vueltas me llevaron a quedarme con una nena que tiene la energía de 3 niños, la habladera de 5 y mil cosas maravillosas, otras no tanto, que se multiplican y no paran. A mis casi 39 años me siento agotada, sin paciencia (la señorita tiene su carácter) y lista para emprender otra etapa en mi vida. Así que no, no quiero más hijos, no siento que vaya a poder con otro, que esté igual de entregada y comprometida... Y no me parece ni un pecado ni un misterio ni mucho menos egoísmo. Simplemente me siento feliz y conforme con la familia que tengo.

Pongámonos siempre en los zapatos del otro. Nadie conoce los motivos de los demás para sus elecciones de vida. En el caso de los hijos, capaz y la pareja no pueda tener otro por motivo de infertilidad, puede llevar innumerables tratamientos, algunos abortos indeseados y se rindió. Puede ser por motivos económicos, desempleo del marido y los números no dan. Puede que su único y amado hijo sea una personita difícil de manejar y no se sienta capaz de enfrentarse otra vez a la maternidad. También que siempre tuvo claro que solo quería un hijo. O que considera que no vale la pena traer más vidas a este caótico mundo en el que vivimos… Puede haber miles de razones y son todas válidas. Por eso me cansa un poco la mirada castigadora, reprochadora, juzgadora, pero no tengo huecos ni vacíos que llenar (bien rellenita que si estoy). Pensándolo bien, en realidad no me preocupa si los desvela la “soledad” de mi hija, problema de ellos por meterse en las decisiones ajenas. Yo me dedicaré a seguir disfrutando todas las etapas de madre e hija que nos esperan y a tratar de no hacer más acotaciones pelotudas cuando hable con mujeres sin hijos o que decidieron quedarse con uno solo.